martes, noviembre 18, 2008

Nuestra culpa ajena



Háblame de las cosas que no se caen de la boca
Como una bola de acero ensordece su peso sobre la arena
Y otras veces como un lumazo en la nuca marchita pero nunca muerta
Que a mí jamás se me va a olvidar el canto de la vista
Cuando el sol esté justo detrás de tu tercer ojo cerrado
Y un gato pulguiento se suba al techo de tu inmensa casa
Aprovecha y dime algo, que te quiero escuchar con tu risa intercalada
Entre cada dedo de mi mano empuñando el vacío
Que tiene los colores apagados por la mirada de tu abolengo mandatario
El que agita el colchón cuando nosotros apenas entramos en el descanso
Y que prohíbe mirar las estrellas sentado en la plaza menor
Metiéndonos una culpa nada que ver por los poros
Por cada uno de los poros.